lunes, 1 de agosto de 2011

Ficción, realidad y caos.

Entre dudas y noquieros se hizo la una de la mañana de un martes. Cualquier persona coherente hubiese dado la noche por perdida, pero él no era cualquier persona.

Que tengamos una relación, de la forma que sea, exigía imperiosamente escindir el mundo.
Ciertos temas no se tocan y ésto no es real. Ésto es ficticio, fantaseoso; existe sólo para nosotros. Aún si lo contaras resultaría imcomprensible. Resulta difícil ponerlo en palabras, se ve afectado por la condensación y el desplazamiento, ciertas distorsiones cognitivas, y al finalizar quizás algunos momentos no se recuerden con claridad. Pero se vive intensamente y como si fuera real, tangible. Se lo vive como se vive un sueño.
Pero los sueños no son para vivirlos porque dejan de ser inalcanzables. Son para soñarlos.
Porque los sueños no modifican la vida real, suceden en paralelo. Si terminan se esfuman y se los lleva el viento, o el tiempo. Y vos seguís siendo vos, tu vida sigue siendo miserable o terrible o felizmente dramática.

Nos encontramos en una esquina de su auto, invadidos de tensión. El aire pesaba. Él estaba ahí, pero su mente estaba en otro sitio. Estaba en ambos lados a la vez. Por un instante, su vida se repliegaba; dentro de ése instante había otro ocurriendo a la vez, de forma simultánea.
Su mente se sentó en el asiento trasero, mientras nos observaba preguntándose por qué su cuerpo actuaba como lo hacía.
"Pobres seres corporales, irrumpidos por prejuicios e invenciones morales."
Nunca comprendió que era él el dueño y tenía el control...

Después de algunos encuentros, muchas nadas e infinitas palabras, su mente inquieta comenzó a interponerse en mi camino, ya no sólo en el de él. Mente perversa que jugaba con la mía. Pero los juegos dejaron de ser divertidos para empezar a ser siniestros y oscuros, y ya no nos invadían solamente los principios, sino los deseos; deseos de más, deseos poco sutiles.

Con el tiempo intentamos ignorar la escición. Quisimos mezclar realidad y ficción, pero no la nuestra. Una realidad alejada del quedirán, sin verguenzas ni orgullos.
Su mente relajada quizo unirse al cuerpo y disfrutar (mente toma decisiones, cuerpo actúa; no funcionan el uno sin el otro), pero no sin antes sentar ciertas nociones condicionadas: mantenerse alejados de la zona de peligro.
Zona de peligro se acercaba, mente se alejaba del volante, cuerpo perdía el control, y la tranquilidad fingida en silencios escondía el caos en cuatro puertas.

Se acerca, me besa. El cuerpo se me estremece. Mi mente decide abandonarme, mientras me observa sorprendida. Me habla, no se calla. Comienzan a aparecer interrogantes indignantes: "¿Qué estoy haciendo?", "¿Esto está finalmente sucediento, realmente?", "¿Por qué no es como lo había imaginado?".

Mentes, cuerpos, nadas y palabras: todos confundidos.

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