miércoles, 24 de agosto de 2011

De sombras en la oscuridad

Me cuesta convencerme de que así está bien, de que ya era hora...
Por días me hallo segura, confiada, feliz. Pero después vuelvo a recaer en la estupidez, en la ingenuidad. En pensar en la posibilidad de que no haya terminado, de que tal vez quede algo más por hacer; de que no me perdonaría despertarme un día, un día que realmente ya no quede nada, donde no se pueda retomar donde dejamos, y darme cuenta de que sí, de que podría haber resultado.
Las preguntas sobre lo que podría haber pasado me persiguen casi tanto como mi propia sombra. Al revés que la sombra, generalmente aparecen los días de lluvia. Y los domingos.
Y ya no sé si la necesidad de sacarme las dudas y terminar con los interrogantes es porque creo poder ser feliz con él, o porque quiero que la única sombra que me siga sea la que nace los días de sol a contraluz.

1 comentario:

  1. Los casos similares que conozco son a la vez por ambos motivos: por que la esperanza aun lleva a ello y la necesidad de encontrar una salida en caso de que la esperanza sea falsa también mueve a ello.

    Es mejor un no, claro y definitivo que permanecer para siempre en la duda. Y, sin ese claro no la esperanza no muere y sigue haciendo de las suyas.

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