domingo, 11 de diciembre de 2011

El inagotable desconcierto entre las eternas disconformidades en contexto de grandes ventajas, te obligan a replantearte prioridades, tomar conciencia, ponerte en contacto con vos mismo, con esa voz interna que te guía y que, a veces, se la pueda confundir con la voz de una madre, un padre, un amigo, una pareja...

Creo que muchas veces la inconformidad con la vida puede tener que ver con esta confusión. Los deseos se supone que deberían ser el motor de la vida, pero hay que saber diferenciar aquellos que nos pueden traer felicidad de los que nos condenan.

A veces obtener eso que creíste que te haría feliz, es sólo una satisfacción momentánea, similar a calmar la picazón rascando la picadura de un mosquito. A largo plazo, sólo lo estás empeorando. Cuando, en realidad, la verdadera satisfacción, es no hacerlo, por uno mismo, y que luego deje de picar completamente... y para siempre.

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