martes, 11 de octubre de 2011

Introspección

Hace mucho que mantengo la teoría de que todas las relaciones conllevan esfuerzo.
Es un error suponer que la pasión del principio puede durar para siempre. No lo hace. Eso no quiere decir que el amor necesariamente tampoco exista. Sino que son ciclos, etapas. Momentos donde es fácil, simple. Y momentos donde solamente con esfuerzo se puede seguir adelante. Y para ésto, hay que querer. Si no se quiere, no resulta.
Los cambios son posibles, pero no suceden solos. Los cambios se producen porque alguien los produce. Hay gente acostumbrada a que alguien más los realice por ellos. Generalmente rodeada por gente que toma responsabilidad de las vidas ajenas. Para el resto, para la mayoría, los cambios los producimos nosotros mismos.
Así como en las relaciones, pasa en la vida. La vida la constituimos por miles y millones de diferentes relaciones que establecemos. Con personas, con objetos inanimados, relaciones importantes, relaciones insignificantes... Es imposible no relacionarse, porque es imposible no comunicarse.
En la vida, como en las relaciones, no siempre estamos conformes con lo que tenemos. Las pasiones duran un tiempo, pero en el momento en el que nos acostumbramos dejan de ser sorprendentes para pasar a ser reales y el encantamiento se rompe. Muchas veces la inconformidad tiene que ver con el aburrimiento. ¿Y qué es el aburrimiento sino la sensación de que no hay próxima ninguna modificación?

No estoy 100% inconforme con mi vida aunque a veces hable de forma tal que parezca eso. Me han adjudicado enfermades tales como inconformidad crónica. Es cierto que no me siento cómoda estando quieta durante mucho tiempo, y que la estabilidad no es una cualidad que me caracterice demasiado. Pero porque los cambios me parecen necesarios, y enriquecedores. No quiere decir que todos sean acertados, pero son el motor de la vida. Son crecer, son ir para adelante.
No estoy inconforme 100% con mi vida, porque no me permitiría jamás ser esa persona. En los últimos años, y en el último tiempo, adquirí muchas cosas que me causan orgullo, y más allá de lo que tengo, estoy conforme con quién soy. Ya por eso me siento una privilegiada. No estoy 100% segura de lo que quiero para mi vida, pero estoy muy segura de lo que no quiero. Tengo ciertos valores intocables, que mucha gente no tiene. Y que aunque a veces eso me angustie porque siempre tuve mucha fe en la humanidad, me causa una sensación de privilegio absoluta darme cuenta de que no soy una más de ese montón de gente que sobrevive.
No necesito compararme con nadie ni para saber quien soy, ni para sentirme mejor conmigo misma. Siento admiración por muchas personas, y siento felicidad cuando veo feliz a alguien que quiero, así no sea la misma forma que yo elegiría para ser feliz.
La capacidad de alegrarse por las alegrías ajenas, es una habilidad cada vez más escaza. La de mantener la mente lo suficientemente abierta como para respetar a quien no elija el mismo camino a la felicidad que uno, casi inexistente.
Tenemos tantas certezas, que ni siquiera nosotros mismos aplicamos del todo, que nos olvidamos que nosotros tampoco somos en realidad capaces de percibir la realidad de forma neutra. Toda la información que llega a tu sistema nervioso es interpretada violentamente. No podés dejar de ver la magnificencia del sistema funcionando. El sonido pegando en el tímpano, del tímpano por la cadena de huesos a la cóclea por la ventana oval al sistema aferente, a la corteza cerebral que lo interpreta y vuelve a bajar  hacia las vías motoras para volver a generar otro sonido que a su vez es escuchado de vuelta mientras está siendo generado.

Por eso, no siento inconformidad. Sólo siento que necesito reenamorarme de la vida.

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